Este post lo encontre vagando por la red y la verdad me gustaria mucho compartirlo... en el titulo esta el link al post original...

"Tengo 41 años y algunas cosas he aprendido sobre el amor. Pobrecito amor manoseado, vendido, prometido, anhelado y desgastado. Tal vez todos hemos hecho esfuerzos alguna vez por entender lo que nos pasa cuando amamos. La filosofía, la literatura, la poesía, el psicoanálisis y la sociología han hablado sobre el amor. De los correos que recibo semanalmente, 90 por ciento tienen que ver con relaciones amorosas, truenes dolorosos, infidelidades, asustados a punto de casarse o románticos que sueñan con encontrar al hombre o mujer de la vida. Pocas generalizaciones valen para hablar de amor. Yo, por ejemplo, con todas las teorías que me sé, no he podido abandonar la creencia de que sí existe el amor de la vida y que los otros de antes y después, son simplemente resignación. El amor de la vida no necesariamente es con quien terminarás compartiéndola. Sólo es a quien más has amado en toda tu vida. Sternberg, teórico del amor, dice que se requiere de intimidad, pasión y compromiso para construir una relación amorosa saludable y viable. Hace una clasificación donde combina estos tres elementos en todas las posibilidades. Pasión y compromiso generan un amor fatuo, dice. Intimidad y compromiso producen amor de compañía... sólo si compartimos los tres elementos podemos consolidar un amor fuerte.
Las clasificaciones son lindas y didácticas. De inmediato uno se coloca en modo "test" y se aplica la pregunta: ¿Hay intimidad, pasión y compromiso en mi relación? Buscando fórmulas, respuestas y mapas para evaluar la calidad de nuestra relación amorosa. Algo central es la aceptación. Sí, tal y como es; como lo conociste, con esas cualidades que viste cuando empezaste la relación y que tal vez a la vuelta del tiempo, se convierten justamente en las cosas que más te molestan. Esos rasgos típicos y distintivos de alguien son lo que lo convierten en único, pero son también esas partes que a veces quisiéramos que cambiara. Te encantó porque era sociable, pero al vivir con ella, te das cuenta de que a veces añoras espacios íntimos y menos fiestas o reuniones con amigos. Te gustó porque era un apasionado de su chamba, pero ahora que pasó el tiempo, lamentas que tenga tan poco tiempo para dedicarle a la relación, porque el trabajo es su prioridad.
Después de haber vivido muchas experiencias y de haber visto a unas 500 parejas en terapia a lo largo de 10 años, puedo decir que si no hay amor, como el fuego primigenio del que hablaba Octavio Paz, es muy poco lo que puede hacer la voluntad y el deseo de estar juntos. Invariablemente es ese sentimiento fundamental que está ahí a pesar de todo, el que permite a una pareja seguir adelante. Si el sexo es malo porque no hay química, si nunca la quisiste mucho que digamos y más bien pensaste que era una buena mujer que le gustaría a tus padres como mamá de tus hijos, es muy difícil que logres amarla después. No hay terapia que regenere un amor que no existe. En lo profundo del corazón, todos sabemos si amamos o no. Que nos engañemos intencionalmente por no estar solos o por aparentar felicidad socialmente es otra cosa.
He aprendido que se vale quejarse si hay cosas que duelen de la conducta de la pareja, pero no se vale criticar. No se vale atacar la personalidad del otro, intentar leerle la mente e interpretar sus acciones y palabras sin siquiera preguntar por qué hizo o dijo tal o cual cosa. Y también he aprendido que más vale creer lo que la pareja responda, porque preguntar para después descalificar la respuesta, es un buen camino para la distancia emocional y para el deterioro de la comunicación.
También he aprendido que sólo los hombres que están dispuestos a dejarse influir por sus mujeres, podrán ser felices en pareja. Aquellos que se aferran por tener el control, el poder, las decisiones, invariablemente se sienten aprisionados al tener que compartir con ella el rumbo de los pasos que van dando juntos. Recientemente descubrí la serie Mad Men, que cuenta historias ubicadas en Estados Unidos de los sesentas. Al principio sufrí indignación total ante el machismo imperante en la época, que no reconocía en la mujer más que un objeto de consumo sexual y a la fiel y sumisa mujer que esperaba a su marido con la cena caliente y que no debía de reclamar absolutamente nada sino ser un oasis para su hombre. Después fui entendiendo que estos patrones relacionales subsisten hoy día y son reproducidos por hombres y mujeres que nos creemos evolucionados y modernos. He aprendido que la igualdad en una relación es una conquista compartida y cotidiana para retar los roles estereotipados sobre lo que deben hacer las mujeres y los hombres.
También he aprendido que el respeto mutuo es esencial para la sobrevivencia del amor. Los juicios, las devaluaciones, las contestaciones groseras y la falta de delicadeza en el trato, matan al amor.
Compartir pasiones, ideas, proyectos es otro elemento que nutre o mata al amor. Sin proyecto no hay amor que subsista o tal vez sí, pero vaciándose de significado y convirtiéndose en un arreglo cómodo que nos espanta la soledad a ratos.
He aprendido que el amor puede terminar en cualquier momento. Que es imposible construir sin arriesgar. Que entregarse a alguien es un riesgo muy grande pero también la única forma de descubrir el potencial de esa relación. Quien no esté dispuesto a separarse que no se empareje. La permanencia no se decreta, se construye.
El amor es esplendoroso y doloroso. Aceptar esta contradicción tal vez nos permita vivirlo más plenamente y menos infantilmente. Más entendiendo que "esto es lo que hay" y que enamorarse del potencial de una persona y no de su realidad seguramente genera decepciones y sentimientos de haber sido engañados. El amor no es para todos. Requiere tremendas dosis de generosidad, de tolerancia, de capacidad para perdonar, de disposición a ser menos egoístas. Ojalá nos lo aclaremos y a partir de esta claridad, elijamos tener pareja o no. #hedicho."